lunes, 4 de octubre de 2010

Una noche fría, llena de confusiones y alcohol, te colaste entre mis sábanas recorriendo hasta el más recóndito lugar de mi cuerpo, besando hasta el mínimo lunar que hay en él. Yo temblorosa me dejaba llevar no queriendo pensar en el mañana, tan sólo disfrutando, sabiendo que cuando amaneciera, cuando los pájaros empezaran a cantar, y el sol diera contra mis ojos haciéndome despertar todo ese momento, esa noche mágica habría acabado.
No esperaba ni siquiera un beso al despertar, ni un hasta luego, ni un te llamaré, tan sólo esperaba que cruzaras esa puerta para quizás volverte a ver pero no de esa manera, probablemente ni deseaba que lo hicieras. Empezaron los toques, luego los mensajes, esas ganas irrefrenables de quedar,ese vernos todos los días como dos adolescentes quinceañeros que no pueden evitar tocarse, mirarse y besarse.
Días enteros hablando, noches infinitas sin dormir, tan solo rozándonos, riéndonos, besándonos, dejando en un segundo plano dormir, luchando contra viento y marea con la fuerza de nuestros párpados, ganando muchas veces, perdiendo pocas. Desvelarme y contemplarte sin que te des cuenta, sintiendo en mi la tranquilidad que se siente escuchando las olas del mar. Echarme sobre tu pecho y mirar al infinito era como parar el tiempo en el momento perfecto.
Y ahora tan solo me quedan los recuerdos, no por que no quiera olvidar, si no por que pienso que cualquier bonito recuerdo se debe guardar. Y ya no te quiero de la misma manera pero me es imposible no decir FUE BONITO MIENTRAS DURO.

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